EL TEMPLO DE LOS SENTIDOS
Acudo expectante a la cita. Antes de entrar, reviso de nuevo mi aspecto y, siguiendo las instrucciones indicadas en el mensaje, abro la puerta. La oscuridad me arrastra y hace calor. Noto minúsculas gotitas de sudor resbalando por la espalda. Se deslizan acompasadas con mi respiración, primero serena, después agitada. Es erótico sentir cómo resbalan por mi piel y terminan descansando en lugares prohibidos. Recorro con mis manos el aire cargado que ambos respiramos; intento encontrarlo, palparlo, porque sé que está cerca; lo presiento y eso me excita. Un gritito se escapa de mi garganta cuando me roza por primera vez, sigiloso como una pantera. Sabe de su poder y lo utiliza. Tampoco me sorprende. Son sus reglas y es su reino, lo acepto. Posee unos dedos sabios que destilan destreza; con un movimiento enérgico, rasgan mi vestido satinado. Los mueve por todo mi cuerpo como si tocaran un instrumento de cuerda; lo pinzan y puntean componiendo una partitura de jadeos. Susurra, pero solo