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Mostrando entradas de septiembre, 2021

MUCHACHA EN LA VENTANA

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Accedí a ser su inspiración la tarde que me llevó de la mano a visitar el Teatro-Museo de Dalí, en Figueres. Debía de ser nuestra cuarta o quinta cita y yo sentía que flotaba cada vez que me miraba o rozaba mi piel con la punta de sus dedos. Nos habíamos conocido en la playa, mientras ambos estirábamos las últimas horas de aquel verano. Él, guapísimo, asentado en una madurez fascinante. Yo, coqueta, empezando a saborear la adolescencia. A pesar de que hubiera podido ser mi padre, solo necesitó una hora de conversación para enamorarme. Me explicó que era pintor, de los de brocha fina y que, aunque no era famoso, había logrado vivir de su arte. No tardamos en intercambiar nuestros teléfonos; los dos queríamos volver a vernos.  Rodeados de un romanticismo idílico, nuestros encuentros eran fascinantes. Paseábamos, charlábamos, bebíamos vino y, antes de acompañarme a casa, cubría mi boca de besos expertos. Con voz profunda me hablaba de los pintores cubistas, sus referentes. La pasión que s

DE VITAL IMPORTANCIA

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—Se lo he dicho muy clarito esta mañana a mi mujer. "Pruden, hay que practicar sexo todos los días, ¡no solo los sábados! Es tan vital como comer o respirar. Un instinto primario que el hombre debe satisfacer. ¡Fundamental para la salud! Ya se sabe que los jugos se pueden subir al cerebro, nublarnos la razón y el entendimiento". De hecho, le he dado un ultimátum: "¡Pruden! Si no tenemos suficiente sexo en casa y de calidad, hay que salir fuera a buscarlo. ¡Luego vendrán los lamentos!". En fin, amigo, ya te iré contando. A ver si reacciona y consigo mojar a diario. ¡Deberías seguir mi ejemplo porque tienes mal aspecto! En otro bar, dos calles más abajo... —Chica, pues yo creo que tiene razón. Si en el matrimonio el sexo nos aburre y estamos desmotivados, habrá que salir por ahí a buscarlo. Los hombres saben mucho de estos temas. Yo, al menos, me fio de lo que dice mi marido. Así que le voy a hacer caso y, desde hoy, me pongo manos a la obra. Buscaré ese sexo del

UNA MILÉSIMA DISTRAÍDA

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El sonido de la lluvia al caer, repiqueteaba monótono sobre el tejado de uralita mientras recorría los pasillos agarrada de la mano de su abuela. Disfrutaba de ese maravilloso momento en el que aprendemos a juntar nuestras primeras palabras, con la curiosidad intacta del que descubre un universo paralelo: el de las combinaciones de letras que se convierten en algo asombroso. Arroz, fideos, tomate, caramelos... Se detenía ante cada estantería para saciar su sed de conocimiento, poniéndose de puntillas cuando no conseguía distinguir los trazos impresos. Abstraída como iba, consiguió desprenderse del entrelazado protector durante una milésima distraída de segundo, para acudir al reclamo de un anaquel estratégicamente situado. Consiguió llamar su atención gracias a las cajas brillantes que exponía, verdes, azules y amarillas.  Él acechaba como lo hacen las bestias salvajes, afilando sus sucias garras, paciente, esperando disuadir con cantos de sirena a su presa indefensa. El tiempo que tar