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FELIZ NAVIDAD, PEQUEÑA

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¿Qué pensaría de mí la niña que fui si me viera recibir la Navidad con tanta desgana? Seguro que le diría: "Este año no me apetece. Pesan las ausencias y los problemas". Sin embargo, por más explicaciones que le diera a mi yo con coletas y ganas de fiesta no lo entendería,  porque ella aún recuerda que su abuela reía en estas fechas, aunque hubiera sillas vacías.  Desear que la Navidad pase y hoy sea siete de enero es fallarle al niño que un día fuimos, y de eso tampoco hace tanto tiempo. Cierra los ojos y olvida que no estamos todos. Te darás cuenta de que nunca lo estuvimos. Brinda, abraza al que tienes al lado y deja la razón aparcada. Le toca el turno al corazón. Para todo lo demás, ya tendremos tiempo mañana. 

EL ESPACIO ORDENADO

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Todo culmina con el trazado de una curva geométrica perfecta. Ocho décadas de historia suspendidas en el espacio de ese universo infinito. Millones de partículas grises, ingrávidas, desafiando los confines del tiempo. Desde que está permitido esparcir las cenizas en el cosmos, rara es la semana que el astronauta no tiene que poner el satélite en órbita. Una reflexión se abre paso en sus pensamientos al cerrar la compuerta. Incluso estando muertos, el orden mundial permanece inalterable: las miserias del pobre seguirán descansando bajo tierra mientras los poderosos aspiran a alcanzar la gloria eterna conquistando el firmamento. A kilómetros de distancia el dedito de un niño señala hacia la cúpula que pende sobre su cabeza. —Papá, ¿has visto cuántas estrellas? Quizá alguna de ellas sea el abuelo… —No lo creo, hijo mío. Vamos, camina deprisa o esta noche tampoco llegaremos a tiempo de cenar en el albergue.

LOS BESOS GUARDADOS

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  Julia entra en la habitación y, casi de puntillas, se acerca a la cama. Aprovecha que está dormido para observarle pensativa. Su respiración agitada la llena de tristeza. No puede evitar alargar la mano y acariciarle la mejilla con ternura, áspera al tacto. Cuando por fin consigue despertarle sonríe y, con todo el amor que ha acumulado durante los últimos cuarenta y cuatro años que llevan juntos, le susurra: —Cariño, ¿qué tal te encuentras? ¿Has descansado?  Un leve asentimiento es suficiente para leer entre líneas. La noche ha sido dura. Decide seguir hablando y no dejar que la tristeza se convierta en la protagonista de su encuentro. —¿Recuerdas cuando éramos jóvenes y nos comíamos a besos en el portal? Me dejabas sin aire y te pedía que pararas. Decía, basta, vas a acabártelos todos y no dejarás ninguno para mañana. Nunca te he contado lo que hacía con los que me guardaba, ¿verdad? Te lo voy a explicar ahora.  El brillo en los ojos de su marido la invita a continuar hablando.  —Ve

INMORTAL

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Nunca supe la razón por la que aquel desconocido inmortalizó a mi abuela. Pasaba por allí y, sin venir a cuento, le pidió permiso para fotografiarla tal y como estaba, preciosa, sentada frente a la entrada del bar que regentaba.  Todavía era temprano y la calle enmudecía su bullicio de diario gracias al descanso que proporcionaban las comidas dominicales. Siempre y cuando el clima lo permitía se tomaba un respiro en la terraza antes de afrontar, con buen talante, las reuniones de señoras en torno a un mísero café o esas tertulias interminables de coñacs y habanos que los hombres estiraban hasta la hora de la cena.  Quizá el tipo solo quiso probar el enfoque o puede que mi abuela lo deslumbrara con su encanto natural, pero, lo cierto es que días más tarde regresó para darle las gracias y obsequiarla con una copia en blanco y negro que evidenciaba su talento. Mi abuelo también se coló en la instantánea, a pesar de no haber sido invitado, y nada habría tenido de relevante dicho acontecimi

EL REY LEÓN

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Me acomodo frente a él, esperando sus  indicaciones, conocedor del carisma que desprendo. Siempre he sido orgulloso y petulante, lo reconozco, especialmente desde que mi padre señaló con su garra nuestros confines y me dijo que de todo cuanto veía sería el rey. Apenas era un cachorro, alocado e inexperto. ¡Bendita inocencia! "Papá..." Hace tanto tiempo que me despedí de ti que los contornos de tu porte regio se desdibujan en mi cabeza y desaparecen flotando en partículas, como lo hace el polvo que cubre las llanuras al acercase el viento y soplar con fuerza. A mi hijo no le ocurrirá lo mismo. Cuando me convierta en recuerdo y mi cuerpo descienda hasta  lo más profundo de la tierra, permaneceré sempiterno en su memoria.  —Majestad, sitúese frente a mí y fije su mirada en este punto que le señalo. Las patas así, tocándose ligeramente, pero sin llegar a juntarse. Intente relajar el semblante y permanezca inmóvil. Este retrato será mi gran obra maestra y nos convertirá a ambos en

LA SUEGRA DE LUIS

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—Tranquilo, Luisito, deja de llorar. Si no te tranquilizas poco voy a poder ayudarte, cariño... —¡Ay, hermanita! Si llego a saber que mi suegra era una arpía, jamás me hubiera casado con Maribel. ¿Sabes lo que me dijo la muy bruja ayer, cuando entró por la puerta? "Aquí cada palo que sujete su vela. Tú eres mi palo así que, ¡ya sabes lo que te toca!". Entró en la cocina, sin preguntar ni pedir permiso, se puso el delantal y preparó una cena frugal. Ya ves, ¡yo que llego muerto de hambre después de pasarme el día en la oficina! Nos despachó con una tortilla sin sal y una guarnición grumosa y verde que sabía a comida para mapaches.  —Bueno, corazón, seguro que en unos días se aburre de estar con vosotros y decide irse. No es la primera vez que... —Espera, ¡aún hay más! Esta mañana, mientras me preparaba un café, he oído su voz de cazallera desde el salón, malmetiendo a la niña: "¡Me importa un pimiento lo que opine tu padre sobre el tema! Tienes que estudiar derecho, como

HAPPY HALLOWEEN

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Cuando miro la fotografía que tengo en el aparador de la entrada, me viene a la memoria aquel fatídico Halloween de 1834.  ¡Alguien tuvo el alma tan negra como para robarnos las escobas a Matilde y a mí! ¡El infierno lo acoja en su gloria! Habíamos dedicado la mañana a sacarles brillo, incluso me rompí una uña en el empeño, porque queríamos que lucieran relucientes en la celebración de la noche de difuntos, tal y como manda la tradición. Unas horas antes del atardecer, las dejamos aparcadas delante de "La bruja de Ohm" y, cuando salimos de comprar los ingredientes que necesitábamos para el conjuro que haríamos más tarde con nuestro aquelarre, ¡habían desaparecido! ¡Sapos y culebras!  Yo me disgusté muchísimo, a punto estuvo de darme un "parraque", pero Matilde... ¡Ay, mi pobre Matilde! Ella perdió la voz durante días y su verruga creció y viró a un color azulado que, a día de hoy, aún conserva. La cosa no podía haber empezado peor y ya auguramos que iba a ser la noc