CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE


 Hacía un día maravilloso, espléndido, para quedarse en casa. Las previsiones habían sido malas y los peores pronósticos se habían cumplido. Sin embargo, no podía darles plantón. Ya se había comprometido y él era muy cumplidor.

Se ajustó bien la gabardina, cogió el paraguas grande y se aventuró bajo la lluvia. Desde luego, la tarde no podía ser más oscura y desapacible. Las tonalidades del cielo poco o nada se diferenciaban de las que tenía al caer la noche. Sabía que iba muy justo de tiempo, por lo que apretó el paso. La hora de la merienda estaba a punto de finalizar y, a continuación se sentarían en círculo en la salita donde le esperaban cada jueves. Expectantes. Con las miradas llenas de una ilusión infantil en sus vistas cansadas. Era el mejor momento de la semana. Para ellos. Para él. Había sido una suerte que aquella ONG hubiera contactado con su parroquia para solicitar ayuda. Leerles en voz alta cuentos y leyendas le llenaba de satisfacción. Eso sí era estar cerca de Dios.

Un vistazo de nuevo al reloj le hizo echar a correr y lanzarse a cruzar la calle. De repente, un fogonazo le estalló en la cara. Y después, durante un tiempo impreciso, nada... Bueno, quizá un ligero mareo acompañado de una sensación de ingravidez. Como si su cuerpo de pronto flotara. Enfocar la mirada fue lo más complicado, porque cientos de lucecitas parpadeaban a su alrededor.

Cuando por fín se apagaron, ya no estaba oscuro. Le rodeaba una claridad apaciguadora, sin embargo no lograba saber donde se encontraba. En medio de ese aturdimiento pudo escuchar un coro de voces. Se apreciaban lejanas, lo que no le impedía escucharlas con total nitidez. No llegaban a discutir, pero tampoco parecían ponerse de acuerdo. Hasta que una de ellas dijo una frase que le dejó del todo confundido. 

- Propongo someterlo a votación. Que levanten la mano los que crean que debe morir... Ahora los que piensen que debe vivir...".

Un pánico irracional le recorrió de pies a cabeza. ¿Ángeles? ¿Demonios? ¿Decidían así sin más sobre su destino? En un intento desesperado por dar su opinión, cogió todo el aire que pudo para llenar sus pulmones y, ¡gritó!

- Padre, ¡despierte! ¡está soñando! Y como no se apresure no llega a su tarde de lecturas en la Residencia".

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