LOS BESOS GUARDADOS


 


Julia entra en la habitación y, casi de puntillas, se acerca a la cama. Aprovecha que está dormido para observarle pensativa. Su respiración agitada la llena de tristeza. No puede evitar alargar la mano y acariciarle la mejilla con ternura, áspera al tacto. Cuando por fin consigue despertarle sonríe y, con todo el amor que ha acumulado durante los últimos cuarenta y cuatro años que llevan juntos, le susurra:

—Cariño, ¿qué tal te encuentras? ¿Has descansado? 

Un leve asentimiento es suficiente para leer entre líneas. La noche ha sido dura. Decide seguir hablando y no dejar que la tristeza se convierta en la protagonista de su encuentro.

—¿Recuerdas cuando éramos jóvenes y nos comíamos a besos en el portal? Me dejabas sin aire y te pedía que pararas. Decía, basta, vas a acabártelos todos y no dejarás ninguno para mañana. Nunca te he contado lo que hacía con los que me guardaba, ¿verdad? Te lo voy a explicar ahora. 

El brillo en los ojos de su marido la invita a continuar hablando. 

—Verás, cada uno de ellos lo depositaba aquí, en mi corazón. Eran tuyos y de nadie más, eso lo tenía claro, pero no quería dártelos cuando apenas comenzábamos a caminar juntos. Necesitaba dosificarlos por si algún día nos hacían falta durante una crisis matrimonial o algo parecido, pero ya somos muy mayores y ha llegado el momento de revelarte mi secreto. A lo largo de los años he acumulado muchísimos y todos distintos. Los hay nuevos, otros son viejos conocidos. Cariñosos y apasionados; cortos o muy largos. Suaves, salvajes, románticos. Se conservan en perfecto estado y tú eres su único propietario. ¿Qué hago con ellos? Te advierto que saben a juventud y a primeras veces. No se parecen en nada a los que te he dado durante los últimos años, pausados y monótonos; preocupados o cargados de rutina. Estos te van a cortar la respiración. ¿Crees que si te los doy podrás soportar la emoción?

La expectación y el anhelo que lee en su mirada invitan a Julia a aproximarse a sus labios, secos y agrietados a causa de la medicación. Está tan nerviosa como el primer día que se besaron. En ese instante, en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Clínico, una pareja viaja en el tiempo para recordar que no hay nada más bonito que un beso enamorado.

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