CANAS AL AIRE


 Siempre soñó con ser capaz de echar una cana al aire y saber qué se sentiría siendo una persona liberal, moderna, cosmopolita. Alguien libre de prejuicios, despreocupada, fugaz en los sentimientos. Lo deseó prácticamente desde que se dieron el sí quiero en la ermita de aquel pueblo perdido y se supo unida a él para toda la vida.

¿Cómo sería ser la misma en el fondo pero otra en la superficie? Descubrir miradas, roces casuales con una sorpresa ingenua, aceptar citas clandestinas, caricias, besos eléctricos, y llegar al completo sin remordimientos.

Ser capaz de poner en práctica las historias leídas en los libros, los guiones de las películas y las experiencias contadas por otros, haciéndolas suyas. Desayunar, comer, cenar sin apetito por culpa de la incertidumbre del mañana y la expectación creada al recibir nuevas señales en ese universo paralelo. Revivir encuentros tórridos, adornándolos y decorándolos al gusto, hasta construir un recuerdo perfecto e imaginario. Caminar con calma serena de puertas para dentro, siendo capaz de saltar en los charcos de puertas para fuera. Atravesar la rutina diaria a bordo de una montaña rusa, sin trayecto ni hoja de ruta.

Es ahora, al sacudir al aire su melena que ya pinta canas, cuando se siente relajada y feliz al recordar la aventura de aventuras que la ha traído hasta aquí: una vida entera. Se levanta silenciosa, se acerca al balcón y sonríe al mirar a través del cristal, aunque el día amanezca gris en la ciudad de la luz. Ha costado pero, finalmente, lo tiene delante: el equilibrio sereno y el éxtasis vital conviven paralelos.

Cierra los ojos, balanceándose, mientras tararean juntos su canción, y con un ligero escalofrío se gira al oír la voz de su marido:

-Isabel, aún no hemos terminado, vuelve a la cama...


Comentarios

Entradas populares de este blog

FELIZ NAVIDAD, PEQUEÑA

CARTA DE DESPEDIDA

LOS BESOS GUARDADOS