AMOR EN TIERRA DE NADIE


 14 de marzo de 1937

Querido Rafael:

Cuando leas esta carta estaré lejos, o al menos lo suficiente para que mi familia se sienta segura. Ojalá hubiera tenido conocimiento, cuando nos vimos detrás del dispensario, de que ese sería nuestro último encuentro. Desconocía los planes de mis padres. De hecho, creo que ni ellos lo tuvieron claro hasta ayer por la tarde. No te hubiera contado nada, amor mío, pero me habría esmerado más en las caricias, para asegurarme de que jamás olvides el amor que un día compartimos.

Desde hace meses, vivimos una situación desesperada de hambre y de miedo. En casa desayunamos, comemos y cenamos temblores con tiritonas, porque comida hay poca, muy poca. ¿Qué te voy a contar que no sepan tus manos, cuando recorren el saco de huesos en el que se ha convertido mi cuerpo?

Padre hace tiempo que vuelve al final del día sin un real en los bolsillos, hundido. Madre no cose, ya nadie le hace encargos. Se dedica a llorar y suspirar a escondidas. Tampoco cocina. Qué va a poner la pobre en el puchero, ¿el aire impuro y podrido del pueblo? Anoche, sin ir más lejos, cenamos pan migado y cuatro fideos solitarios. Flotaban a la deriva, en un agua que no llegaba a ser caldo.

Me niego a llorar mientras te escribo. Las lágrimas mojaran el único papel que tengo para esta carta, pero bien sabe Dios que, cuando termine, no seré capaz de controlar el llanto. Confío en ti, mi niño. Espero que, al no verme acudir mañana a nuestra cita, busques en el hueco, entre las piedras. Allí depositaré estas líneas junto a tu regalo de cumpleaños. No lo abras todavía, ten paciencia hasta el veinticinco de mayo.

Lo más duro, aparte de no saber si volveré a verte o si podré deslizarme de nuevo entre tus brazos, es pensar que quizá te enfades conmigo. Me muero de pena al preguntarme si te dedicarás a alimentar el rencor hacia mi persona. Créeme, si tuviera otra alternativa me quedaría a tu lado.

En muchas ocasiones, debajo de los almendros, hemos fantaseado con una España sin odios. Donde nuestros seres queridos pudieran estrecharse las manos. Casarnos en una boda sencilla y poder sentarnos todos en el mismo lado. Mirarnos frente a frente solo para brindar, bailar y besarnos. Era un sueño precioso.

Sin embargo, la realidad es otra bien distinta. Nuestra relación no la quiere nadie en su trinchera. Ni siquiera podría subsistir en terreno neutral si trazáramos una línea imaginaria y nos amáramos en el medio. Cariño, ni el amor verdadero sobrevive en tierra de nadie.

Rezaré por ti, por mí y por todos los imposibles de esta maldita guerra. Pediré al altísimo y a quien quiera escucharme que algún día podamos encontrarnos en un mundo libre, sin fronteras, colores, patrias ni banderas.

Tuya, siempre,

Anita

Comentarios

  1. Ojalá llegue ese día en el cual podamos encontrarnos en un mundo libre, sin fronteras, colores, patrias ni banderas.

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    1. Ojalá Paco, ojalá... Gracias por leer con cariño 😘

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