MI HIJO


 Cuando lo miro a veces pienso que tuve el gran privilegio de ser la primera en conocerlo, no por nada en especial. O sí, porque soy su madre, cuna y arrullo desde el comienzo. Eso que me llevo.

Nació una tarde de marzo, entre la siesta y la merienda, templada, soleada, luminosa, después de muchos días de lluvia. El adelanto de la primavera a punto de entrar en escena. Me pusieron en los brazos a un ser pequeñito, feucho y arrugado, de voz potente y grave. Nos deleitó en su presentación con un saludo cabreado en forma de llanto, con el que tuvimos la primera pista del torbellino que iba a suponer en nuestras vidas.

Miguel, por parte de padre y abuelo. Nombre de ángel, sonrisa de pillo y arte, muchísimo arte. Sus primeros pasos ya dejaron claro que se metería al público en el bolsillo, merecedor de todos los aplausos. A ser posible en papeles protagonistas, nunca secundarios.

Inconformista, bandolero, dudando a diario si elegir ser el héroe o el villano. Pero siempre humano, tierno, cariñoso. El rey de los besos y los abrazos.

Tiene una personalidad intensa, apasionada. Por sus venas corre sangre catalana, madrileña y vallisoletana. Una mezcla explosiva que quizá explique, al menos en parte, la bomba que es su carácter. Idealista, soñador y provocador, vive en una lucha constante contra los límites que a veces nos imponen la vergüenza y las normas. Un ciudadano del mundo, sin patria ni fronteras.

Entre sus muchos dones tiene el de la palabra, aunque aún no sepa de sus trampas y consecuencias. También el del ritmo, la música, el baile. Todo en él irradia carisma. 

¡Y cómo se ríe! Conozco a pocas personas que lo hagan como Miguel, a carcajadas. Oírlo es puro placer.

Me pierden su piel suave, morena y esos ojos castaños llenos de planes. Me empacho con su olor delicioso, su cara redonda, blandita, sumergiéndome en sus abrazos de oso. Tan travieso y complicado como sus remolinos en el pelo. A ratos reclamando los derechos de un niño grande para, minutos después, rechazarlos a cambio de cuentos, nanas y mimos. 

Hoy cumple diez años y, cuando pienso en su primera versión, tengo que esforzarme. Parece que fue ayer, sin embargo, las imágenes están borrosas y me duelen. Qué más quisiera yo que retroceder a la casilla de salida y poder recuperarlo en medio de los biberones, pañales, gases... Añoro incluso las noches en vela.

Ahora mismo lo tengo a mi lado y no puedo evitar echarlo de menos, porque en breve habrá cambiado tanto que me costará recordar cómo es en estos momentos. Me consuelo pensando que siempre será mi bebé, un sentimiento que compartimos todas las madres.

Comentarios

  1. Qué bonitas palabras,..., Me encanta el color de tus letras..

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué preciosidad de texto! ¡Qué legado! Es como una caricia firme y protectora que no secuestra sino que acompaña. Me encanta la admiración mostrada y el trato como persona y no solo como hijo. Como si estuviera el mundo reflejado en el suelo y el fuera el adulto y tú la niña. Un texto bellísimo. Felicidades a tu hijo y a ti.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

FELIZ NAVIDAD, PEQUEÑA

CARTA DE DESPEDIDA

LOS BESOS GUARDADOS