ANSIEDAD


 El miedo se apodera de mi cuerpo. Todo lo racional e irracional que llevo dentro se golpea entre sí, provocando en mis oídos el mismo estruendo que hace una cristalería al estallar contra el suelo. Después solo queda un pitido suave y el sudor lento, destemplado, resbalando por mi piel. Bajo este vestido áspero y prestado la incomodidad me domina. No soy capaz de distinguir si el calor es sofocante o hay humedad y frío en el ambiente.

Noto la garganta seca, la boca pastosa. Me bebería, sin respirar, un vaso de agua o cualquier líquido fresco que aplaque la sed y el ahogo que siento.

En este momento ni siquiera tengo claros mis sentimientos. El corazón me late a toda velocidad, haciendo saltar por los aires cientos de dudas. Me surgen preguntas de las que, en realidad, conozco más el deseo que la respuesta: ¿Qué hago aquí? ¿De verdad espero algo extraordinario de este acontecimiento?

Camina hasta mi posición, según lo previsto, agotando así las oportunidades que tenía de retroceder o de salir corriendo. En el punto marcado ya no hay distancia entre nosotros. Me llega su olor dulzón. Erguido, elegante, con un halo de misterio y sensualidad imposibles de ensayar. Su efecto sobre mí es inmediato: una sensación de plenitud y de calma que hace que mis piernas a duras penas me sostengan. 

Nuestras miradas se cruzan y llega el beso.

Sí, este beso que no sabe a principio sino a despedida. Se hace silencio absoluto y cae el telón. Llegarán los aplausos y puede que traigan la gloria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

FELIZ NAVIDAD, PEQUEÑA

CARTA DE DESPEDIDA

LOS BESOS GUARDADOS