FELIZ DÍA DEL LIBRO


 Lo acaricio con las manos. Es cuanto tengo en este momento. Emociones desbordadas. Salen a borbotones, como el agua de una presa al abrir las compuertas en el deshielo.

Paladeo delicadamente los colores. Saboreo los matices del lienzo que dibuja ante mis ojos, debatiéndome a cada paso entre dos necesidades contrapuestas: llenar los pulmones de aire puro, inhalar y exhalar rápidamente, corriendo a toda velocidad contra el viento o buscar un lugar apartado donde ralentizarme, serenarme y recogerme.

Sin embargo, por mucho que quiera alargar el disfrute de mis pobres sentidos, es hora de aceptar que todo principio tiene un final. Que lo que un día empieza, al siguiente termina y a este viaje le queda una última parada. Solo una.

Trémula, acaricio su textura áspera con la punta de los dedos. Al dar la vuelta a la página, una lágrima avergonzada asoma con cuidado porque no quiere que nadie la vea.

Ya está. Esto también pasará. Asimilo la derrota con el corazón encogido y apago la luz. Es hora de digerir esta aventura, reposarla y, quién sabe, quizá soñarla. Descansar con la paz que proporciona saber que, mañana al despertar, la estantería me espera llena para elegir otra nueva.

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