SEXO SALVAJE


 No tuvo tiempo de girarse. El olor animal lo sacudió desde los cimientos y allí mismo se poseyeron como bestias. Terminaron, jadeantes, al amanecer. Escuchó un último aullido de éxtasis mientras se le escapaba de los brazos. Sus últimos segundos consciente los dedicó a sonreír. Estar casado con la mujer loba tenía cosas buenas: sexo salvaje en las noches de luna llena.

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