HECHIZO LÍRICO


El mercurio rozaba el punto más álgido de aquella jornada cuando un ligero aleteo llamó la atención del autor. Junto al único ejemplar que permanecía abierto sobre la mesa, una mariposa desplegaba su belleza, suspendida en el bochorno que azotaba la penúltima tarde de feria. 

Recorría los contornos del lenguaje impreso como si fuera capaz de desentrañar los misterios que encerraban esos versos, escritos con escasa premeditación y una alevosía infinita. Le llamaban poeta, cuando en verdad se sentía un prestidigitador de letras. Con un golpe de pluma era capaz de sacar de la chistera la combinación perfecta. Sin embargo, nadie se había interesado por sus creaciones. Pasaban por delante indiferentes, buscando otras rimas de las que enamorarse. 

Hasta que el vivaz insecto eligió posarse en la virgulilla del tañido de la campana, llamando, con su peculiar sonido, a las vecinas que sobrevolaban el parque del Retiro. Ocuparon, sin orden ni concierto, renglones y espacios, comas y acentos, transformando sus páginas en una eclosión de pigmentos. El aplauso de quienes se pararon a contemplar dicho espectáculo, las elevó de nuevo y sublimó al mago de las palabras al séptimo cielo.


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