PUÑETAZOS AL VIENTO


Querido hijo mío:

Me dirijo a ti con el profundo convencimiento de que será mi última noche en este mundo de locos. Llevo esperando el fatal desenlace desde el día en que tu madre huyó con vosotros, en un intento desesperado por poneros a salvo. Sé que no entendiste porqué me quedaba aquí. Llorabas y gritabas mientras lanzabas puñetazos al viento; te sentías abandonado y lo entiendo. Ojalá hubiera podido acompañaros, pero eso nos hubiera condenado a los cuatro. Espero que cuando crezcas puedas entenderlo. Solo entonces descansaré tranquilo, sabiendo que mi sacrificio obtuvo la debida recompensa. Prefiero privarte de mis abrazos y de la tan necesaria figura paterna si con ello seguís respirando, aunque el aire esté teñido de sangre y de pensamientos errados. Tranquilo, sé que algún día se tornará limpio y fresco. 

Por favor, cuida de ellas, vas a convertirte en el cabeza de familia. Una gran responsabilidad, lo sé, pero estás preparado. Desciendes de una estirpe de hombres honrados y valientes. ¿Acaso no fue heroico defender a tu madre de aquellas mujeres con el alma podrida? ¡Orgullo es lo que siento, Samuel!

Ya les oigo llegar. Rezo a un Dios del que desconfío para que esta misiva se salve del saqueo y el expolio al que van a someter a nuestro hogar. Quiero pensar que algún alma caritativa se apiadará de este pobre padre y te la hará llegar. La escribo desde la máquina con la que he contribuido, humildemente, a proclamar la libertad de nuestro pueblo. Deseaba que, en el futuro, hubiera sido tuya. Un sueño imposible; estos animales arrasan con todo lo que no tenga cabida en sus mentes carcomidas por el odio.

Con todo mi am............................................................

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